Naipes Fournier: historia, barajas infantiles y legado coleccionista

Fournier: 150 años de cartas, juegos y recuerdos

¿Quién no ha tenido una baraja Fournier en casa? En un cajón, en la guantera del coche o guardada junto a los juegos de mesa de la infancia.
De tardes de verano jugando al chinchón o de las míticas Familias de 7 países que pasaban de mano en mano, generación tras generación.

La historia de Naipes Heraclio Fournier comienza en Vitoria-Gasteiz en 1870, pero su huella va mucho más allá de la imprenta.
Fournier no solo fabricó cartas: fabricó recuerdos.
En este artículo viajamos desde sus primeros talleres hasta las barajas Disney que marcaron nuestra infancia y descubrimos cómo una pequeña empresa alavesa se convirtió en un referente mundial del juego y del coleccionismo.

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Origen de Fournier y nacimiento del naipe español moderno (1870–1916)

Los inicios de Fournier en Vitoria-Gasteiz: del pequeño taller litográfico a referente nacional.
La historia arranca en 1870, cuando el joven impresor Heraclio Fournier González se instala en Vitoria-Gasteiz y abre un taller de litografía y tipografía. Su objetivo: elevar la calidad del naipe español con mejores papeles, tintas y técnicas de impresión. El gran salto llega en 1877: Fournier encarga a los artistas Emilio Soubrier y Díaz de Olano un rediseño integral del naipe. De esa colaboración nace la baraja española moderna (oros, copas, espadas y bastos) cuyos rasgos —figuras, orlas y simbología— se convertirán en el estándar que todos reconocemos. La empresa innova en procesos: litografía a múltiples colores y cartas de una sola hoja con barniz (más finas, rígidas y duraderas). La calidad obtiene pronto reconocimientos en exposiciones nacionales e internacionales (década de 1880), impulsando la expansión de la marca.

Hitos rápidos (línea de tiempo)

  • 1870 · Apertura del taller en Vitoria.
  • 1877 · Rediseño artístico del naipe español con Soubrier y Díaz de Olano.
  • 1880s · Premios y medallas en exposiciones; primeras series multicolor.
  • Finales s. XIX · Consolidación de la fábrica y primeras exportaciones.
  • 1916 · Fallece Heraclio; la empresa ya es sinónimo de “naipe de calidad”.

¿Qué cambió en el diseño?

  • Figuras más proporcionadas y legibles.
  • Iconografía coherente entre palos y números.
  • Impresión más nítida y colores estables.
  • Cartas más resistentes gracias al barniz y mejor cartón.
 

El resultado no fue solo un producto mejor: fue identidad. La “baraja Fournier” pasó a ser un estándar estético y de calidad,
punto de partida de los juegos tradicionales que poblarían hogares y bares durante todo el siglo XX.

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La fábrica y las “naiperas” de Vitoria

Del ruido de la litografía al silencio concentrado del acabado: así nacían las barajas que entraron en nuestros hogares.

Vitoria no solo dio nombre y dirección a Fournier: le dio pulso. En los talleres, el papel todavía olía a tinta fresca cuando ya había manos expertas comprobando cortes, colores y brillo. La baraja española que hoy reconocemos se forjó en ese día a día: tecnología que avanzaba y oficio que no tenía prisa.

Entre esas manos, muchas eran de mujer.  A las trabajadoras de la fábrica se las conocía como naiperas. Revisaban, barnizaban, agrupaban, estuchaban. Cada paso sumaba exactitud. Si una carta no estaba perfecta, no salía. Por eso, para muchas familias, “una Fournier” significaba fiabilidad: cartas que deslizaban bien, que no transparentaban, que aguantaban veranos enteros.

Cómo se hacía una baraja “de batalla”

  • Selección de cartón y control del gramaje para que no se curve.
  • Impresión precisa: colores nítidos y figuras limpias.
  • Barniz y planicidad: deslizamiento sin transparencias.
  • Corte y redondeado: bordes suaves, manos contentas.
  • Revisión manual y estuchado: la última mirada antes del juego.

Por qué se hicieron imprescindibles

  • Duraban partidas, veranos y mudanzas.
  • Se manejaban bien: ni pegadas ni “jabonosas”.
  • Diseño reconocible a distancia: identidad y costumbre.
  • Disponibles en cualquier kiosco o tienda del barrio.
Las naiperas, memoria viva de una industria que afinó el naipe hasta convertirlo en estándar.

En Vitoria, la fábrica fue industria, pero también cultura del detalle. Esa mezcla explica por qué tantas mesas españolas guardaban el mismo mazo: no era casualidad, era confianza aprendida.

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Barajas infantiles: Disney, familias y dibujos animados

Las barajas que enseñaron a jugar —y a soñar— a varias generaciones de niños.

Cuando Fournier decidió acercarse al público infantil, no lo hizo con una simple versión reducida de sus cartas clásicas.
Lo hizo con imaginación y color.

El primer intento fue todo un acierto: en 1957 apareció el Juego de las Familias Walt Disney, una baraja alegre que reunía a Mickey, Donald y compañía en una mecánica sencilla: completar familias de personajes. Era el inicio de una línea que marcaría a toda una generación.

Poco después llegaría un título que se haría eterno: Familias de 7 países (1965).
Cada grupo representaba un rincón del mundo —esquimales, árabes, indios, tiroleses…— y cada carta mostraba sus trajes, sus casas y sus costumbres. En muchas casas españolas, esa baraja fue la primera “enciclopedia visual” que un niño tuvo entre las manos.

En los años setenta y ochenta, Fournier amplió el universo infantil con nuevas licencias y colaboraciones.

Por sus cartas pasaron personajes de series de televisión, dibujos animados y películas que hoy son pura nostalgia: David el Gnomo, Los Diminutos, Nils Holgersson o incluso las Tortugas Ninja.
Cada colección era una fotografía de su época: colores saturados, tipografía alegre y un diseño cuidado que invitaba a coleccionar.

Estas barajas no solo enseñaban a jugar: enseñaban a cuidar. Los niños las ordenaban, las envolvían en papel para que no se doblaran, y aprendían a respetar ese pequeño tesoro ilustrado.
Fournier supo unir juego, arte y educación en un formato tan simple como una carta.

Desde 2020, y bajo el paraguas del grupo Cartamundi, Fournier ha retomado el espíritu de aquellas barajas en colaboraciones con Bicycle y Disney, con diseños de Frozen, El Rey León o Stitch.
Una nueva forma de seguir jugando con la misma magia.

En Retrobjetos seguimos buscando esas barajas que marcaron la infancia de los 70, 80 y 90.
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Fournier en la cultura popular y el coleccionismo

Una baraja Fournier: un objeto tan cotidiano que casi forma parte del paisaje doméstico.

Hay marcas que se vuelven costumbre. Fournier es una de ellas.
En los años sesenta, setenta y ochenta, era raro encontrar un hogar español sin una de sus barajas.
Estaban en los cajones del salón, en los bares, en las casas de verano…
Su tacto, su olor a cartón barnizado y sus figuras coloridas acompañaban a millones de partidas de brisca, tute o chinchón.

Esa presencia constante convirtió a Fournier en algo más que un fabricante: en un símbolo cultural.
Sus cartas fueron la excusa perfecta para reunir familias, amigos y vecinos, y hoy evocan una España que jugaba cara a cara, sin pantallas de por medio.

 

Del juego al museo

El amor por las cartas llevó al nieto del fundador, Félix Alfaro Fournier, a empezar una colección personal de barajas antiguas.
Lo que empezó como una curiosidad se convirtió en una de las mayores colecciones de naipes del mundo.
En 1986, su legado dio origen al Museo Fournier de Naipes, hoy ubicado en el Palacio de Bendaña, en pleno casco antiguo de Vitoria-Gasteiz.

El Museo Fournier de Naipes conserva más de 20 000 barajas procedentes de todo el mundo.
En sus vitrinas conviven siglos de historia: desde naipes pintados a mano del siglo XV hasta diseños publicitarios, barajas de tarot, cartas de casino o juegos infantiles de los años ochenta. Es un lugar imprescindible para entender el arte gráfico aplicado al juego y la evolución cultural del entretenimiento.
En *Retrobjetos* nos gusta pensar que rescatar una baraja antigua es también recuperar una tarde de verano, una sobremesa o una partida inacabada. Esas cartas que pasaron de mano en mano siguen siendo parte de nuestra memoria colectiva.

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Fournier en el siglo XXI: tradición y tecnología

La fábrica actual de Fournier, en Legutio (Álava), combina precisión digital y tradición artesanal.
Entrar en el siglo XXI no cambió la esencia de Fournier: cambió su escala. Tras más de un siglo de independencia, la empresa pasó a formar parte de grupos internacionales dedicados al mundo del juego, pero sin dejar de imprimir en Álava. En los años noventa inauguraron una planta moderna en el polígono de Goiain (Legutio), donde hoy se producen millones de barajas cada año. Allí, entre maquinaria de precisión y controles digitales, sigue viva la misma filosofía que guiaba a Heraclio Fournier en 1870: cuidar el detalle y respetar el oficio.

De Vitoria al mundo

Fournier se integró primero en la United States Playing Card Company —junto a marcas como Bicycle o Bee—, y desde 2019 forma parte del gigante belga Cartamundi, líder mundial en la fabricación de naipes y juegos de mesa. Gracias a esa unión, las cartas vitorianas llegan hoy a casinos, cruceros y mesas de póker en los cinco continentes.
Fournier produce cartas profesionales homologadas para los principales casinos del mundo.

Sin embargo, el corazón sigue latiendo en casa.
En Vitoria-Gasteiz, el nombre Fournier conserva su prestigio como una marca local con alma global.
La fábrica emplea a profesionales del entorno y mantiene la tradición de innovación en materiales y sostenibilidad.

Cartas con chip y memoria

La nueva etapa trajo también innovación tecnológica.
Las barajas para casino incorporan sistemas de control digital que permiten su uso en plataformas de juego en vivo: cada carta lleva un código invisible que puede leerse en tiempo real para garantizar la transparencia de las partidas.

Fournier ha demostrado que tradición y modernidad pueden ir de la mano:
siguen fabricando naipes con las mismas proporciones, pero ahora con una precisión que habría asombrado al propio Heraclio.

Desde ediciones Disney para Bicycle hasta barajas personalizadas para empresas o coleccionistas, Fournier sigue reinventándose sin perder su toque artesanal.
Una mezcla de oficio antiguo y precisión digital que mantiene viva su leyenda.

🌍 En Retrobjetos seguimos la pista a las barajas Fournier de todas las épocas, desde las más clásicas hasta las actuales.
Si conservas alguna edición curiosa o conmemorativa, cuéntanoslo aquí.

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Barajas Disney · Bicycle × Fournier

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Conclusión · Las cartas de toda una vida

Una baraja, una sobremesa, un recuerdo. El tiempo se mide en cartas.

Más de siglo y medio después, Fournier sigue repartiendo historia.
De sus talleres en Vitoria salieron cartas que viajaron por el mundo entero:
algunas acabaron en casinos de lujo, otras en mesas familiares, y muchas se guardaron como pequeños tesoros de infancia.

Lo que empezó como un taller de litografía se ha convertido en una fábrica de memoria colectiva.
Cada baraja —ya sea la del tute de los abuelos, la de las Familias de 7 países o la del póker profesional— cuenta una parte de quiénes fuimos y de cómo jugábamos.

En un mundo digital y rápido, las cartas Fournier siguen siendo una pausa:
ese instante en que el ruido se apaga, las manos barajan y alguien dice “¿una partida más?”.
Es ahí donde el papel recupera su magia, donde la historia sigue viva.

🕰️ En Retrobjetos seguimos recuperando esas piezas que guardan el espíritu del juego clásico.
Si tienes barajas antiguas, colecciones o recuerdos de Fournier,
contacta con nosotros y ayúdanos a conservar su historia.

✨ Gracias por acompañarnos en este recorrido por una marca que ha llenado de cartas —y de recuerdos— toda una vida.